De crisálida a mariposa

Hoy por hoy, estoy convencida de que el dolor es, al fin y al cabo, el principio y el comienzo de todo.

Tenía sólo ocho años y jugaba en el patio del colegio con otros niños cuando al pasar corriendo algo llamó poderosamente mi atención y tuve que parar aquel juego, estaban en una esquina, bien refugiados del frío pero suficientemente expuestos al sol de aquella primavera, eran cuatro capullos que pendían de la pared. Como toda niña de aquella edad ya había tenido gusanos de seda y supe identificar fácilmente aquellas envolturas.

De aquellos cuatro capullos, todos estaban abiertos menos uno, cuya seda amarilla y suave aún no estaba manchada.

Desde mi ignorancia, pero sobre todo, desde la emoción de una niña, decidí ahorrarle a aquella mariposa aquél trabajo, cuanto menos inhumano, de tener que romper aquel capullo y salir a volar por la vida, así que decidí liberarla de aquella cárcel para que pudiera salir y empezará  cuanto antes su vuelo vital, pero para mí desilusión la mariposa no salió volando, sino que cayó al suelo un animal débil, con sus alas completamente pegadas al cuerpo, enclenque, cayó y empezó a hormiguear, a dar vueltas por el suelo, y nunca fue capaz de levantar sus alas y volar.

No voló, pero tampoco comió y terminó muriendo de inanición, como no podía ser de otra manera. Nunca entendí porque le pasó aquello, si yo le había ahorrado el sufrimiento de romper su capullo, le había facilitado su camino a la vida, porque nunca salió volando? sí era lo único que tenía que hacer, volar…

crisálida_Manu

mariposa Manu_amarilla y negra

Hace unos meses y después de muchos años de trabajar sin parar “me quedé en el paro”, aquella experiencia de la que en los últimos años había escuchado hablar a tanta y tanta gente, ahora me tocaba vivirla a mí, experimentar en mis carnes lo que suponía quedarse huérfana de tareas, de rutinas, de relaciones, de aprendizajes, de días de estrés y de cansancio, pero también de días de logros y satisfacciones.

Siempre digo que quedarse sin trabajo es como ir cómodamente en un tren de alta velocidad y que de pronto éste frene sin motivo aparente, dejándote sin más remedio en la siguiente estación, ¿Y qué haces entonces? Cuestionarte, replantearte muchas cosas. No sabes si seguir el camino a pie o buscar otro medio de transporte alternativo, no sabes a cuántos kilómetros ni a cuánto tiempo estará la próxima estación, y si esta te llevará a tu meta u objetivo, ni siquiera sabes si quieres volver a ir a otra estación, entonces te cuestionas (afortunadamente) todo, incluso a ti mism@.

No quieres ser de es@s que no se atreven a vivir su propia experiencia, pero es que tienes por delante ese período de duelo desencadenado por la dichosa vivencia del despido y por todo lo que trae consigo éste.

Pero, y sí interpretáramos ese mal como una oportunidad para re-inventarnos, sólo así nos liberaremos de esa coraza que nos impide tomar aire de nuevo, respirar y venirnos arriba. Si no asumimos el dolor, si no le encontramos sentido no podremos tomar consciencia de que ese dolor puede traernos cambios, puede traernos nuevas oportunidades y retos.

Resiliencia, esa competencia que consiste en la capacidad de saber sobreponerse a las adversidades, pérdidas o a periodos de dolor emocional intenso. Si tú eres capaz de hacerlo, serás una persona resiliente, tendrás una resiliencia adecuada y podrás sobreponerte a contratiempos o, incluso resultar fortalecid@ por los mismos.

Bendita resiliencia, por ella estoy hoy aquí, escribiendo estas líneas, hablándoos desde este Blog, porque esta habilidad me ha dado la oportunidad de re-descubrirme, de re-inventarme  y de re-evolucionarme entre otras cosas, y poder hacer lo que realmente me hace feliz, comunicando, escribiendo y mostrando la mejor versión de mi misma.

De ella he aprendido a no pasar mucho tiempo pensando en algo, he pasado del pensar al hacer, aun a riesgo de errar durante el camino.

Pero en mi receta además de resiliencia también ha habido una buena dosis de valentía, ánimo, empeño, fortaleza y el arrojo suficiente para hacer algo que nunca había hecho públicamente: escribir. Aun así  éstos ingredientes no le habrían dado sabor al caldo sino hubiese tenido también un plan, una idea de hacía donde quería ir, una hoja de ruta con una meta marcada en ella.

Hoy, casi treinta años después, sé que le pasó a aquella mariposa enclenque, y es que le hice un flaco favor rompiendo su capullo, porque maté su potencial y le robé el derecho a volar.

Y si yo no hubiese pasado por aquella experiencia, sino la hubiese sufrido, sino la hubiese experimentado yo misma, en mi piel, el presente no  hubiese tenido ningún sentido y me habría faltado la seguridad que he necesitado para romper mi propio capullo y volar.

Fotos by Manuel Morillo

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