Buscar trabajo, ¿una cuestión para preocuparse o para ocuparse?

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Foto by @MMorilloFoto

 

Hace unos días un familiar cercano ha visto como su contrato temporal ha sido resuelto sin continuidad, nada raro teniendo en cuenta el contexto laboral en el que nos ha tocado vivir, donde todos sabemos que los trabajos son y seguirán siendo temporales, que trabajaremos por proyectos y que iremos de una organización a otra poniendo a su disposición nuestro talento y nuestro know-how.

Sin embargo, estos días escuchaba a otro familiar decirle con aflicción: ¡Ay Dios mío, y ahora qué vais a hacer?! ¿Y estás seguro que no te volverán a llamar? ¿Y has entregado ya el curriculum en otros sitios?

Tengo que confesaros, que este bombardeo en forma de preguntas era realizado con un tono de voz gris que casi no le salía del cuerpo, por no hablar del lenguaje corporal que acompañaba a esas palabras, hombros encogidos, cara de velatorio, y mano en el pecho como la ‘Virgen de la Macarena’ (los que sois de Sevilla sabréis de lo que os hablo).

Y digo yo, como decía aquel proverbio chino:

Si tú problema tiene solución, ¿para qué te preocupas?

Si tú problema no tiene solución, ¿para qué te preocupas?

Creo que lo primero es saber exactamente, qué significa la palabra preocupar, que proviene del latín y quiere decir ocuparse antes o anticipadamente de algo, entonces os planteo esta reflexión ¿en nuestra búsqueda de empleo y oportunidades profesionales debemos ocuparnos o preocuparnos?

Es posible que algunos me tachen desde ya de charlatana, pero tenemos que tener muy claro que cuando nos preocupamos lo único que hacemos es darle vueltas y más vueltas a la cabeza, barajar alternativas pero no encontrar ninguna solución que nos satisfaga, nos entra el miedo (que es algo natural, y sino lee este post de Elena Arnaiz dónde te lo explica mejor que yo), empezamos a ver riesgos y amenazas por todos sitios, anticipamos las consecuencias más funestas, damos vueltas y vueltas a nuestra almohada sin pegar ojo, sin  descansar y lo peor, sin tomar decisiones, parados. Y conste, que yo soy la primera que reconozco que no es un tema baladí.

Siguiendo con ese desasosiego, ninguna de las opciones nos parecen buenas, y es que la preocupación nos encierra cómo a un hámster dando vueltas de forma inevitable en nuestra rueda.

No os he dicho que el chico que se quedó sin trabajo, contestó a aquel interrogatorio con un simple –no te preocupes, que ya estoy trabajando en ello-

Vamos, dicho de otra forma, que ya se estaba ocupando de ello, estaba trabajando en su plan de acción.

Diferencias notables

La diferencia entre ocuparse y preocuparse  es abismal, si me ocupo estoy viendo una oportunidad, una posibilidad de encontrar otra opción, otro trabajo. Además, mi conversación interior (esa que nos fustiga a veces sin más remedio) cambia, es condescendiente conmigo, me permite relajarme porque si me ocupo, estoy haciendo todo lo posible por llevar a cabo mi plan de acción y conseguir un nuevo empleo, un nuevo proyecto, una nueva colaboración, una nueva oportunidad profesional al fin y al cabo.

Y aquí queridos, cuando nos ocupamos, es evidente que nuestra actitud también cambia, y  vaya si cambia la cosa…

Tenemos que ser conscientes que durante la búsqueda de oportunidades profesionales vamos a sentir emociones de todo tipo, el problema es que cuando nos instalamos en la preocupación durante mucho tiempo, ésto trasciende más allá del ámbito profesional, se contagia al resto de nuestra vida, y nos convertimos en unos ‘preocupadizos crónicos’ y termina pasándonos factura y no hablo sólo a nivel emocional sino también físico.

Éste chico me dijo, que como todo en la vida esto era una cuestión de opciones, que él podía elegir, y que eligió ocuparse en lugar de preocuparse, que eligió sentir emociones más positivas, porque así se sentía capaz de resolver el problema, y sobre todo de actuar.

La clave: Actuar

Porque al actuar, las preocupaciones tienden a desaparecer, y si no lo hacen, al menos se relativizan.

En tu búsqueda de empleo hacer, es el mejor antídoto para no volvernos un ‘preocupadizo crónico’

Y cuando empezamos a actuar, dejamos a un lado el lenguaje victimista, ese del que os hablaba al principio del post. Y cuando lo hacemos, cuando dejamos de sentirnos víctimas, y pasamos a ser protagonistas estamos en disposición de ver la luz, de la otra forma, pensamos que no tenemos nada que hacer, lo has escuchado seguro: ‘es que la cosa está muy mal’ ‘yo es que no tengo enchufes’ ‘a ver si cambian las cosas’ ‘es que me piden inglés para todo y así no hay quién pueda’ ‘quién me va a querer a mí con 45 años’, el problema no depende de nosotros sino de las circunstancias, según ésto depende de factores externos o de otras personas y claro, así nos sentimos incapaces de hacer nada por resolverlo.

Los grises, esos que se sienten tan cómodos en su papel de víctimas (siento ser así de dura) viven cualquier situación de la vida como un problema, los otros, los valientes se ocupan del problema, porque lo ven como un reto o como una oportunidad para hacer, hacer algo nuevo, hacer algo diferente, pero donde la opción de quedarse quietos no existe.

Llegados a este punto, alguno estará pensando que hay que ponerse en la piel del desempleado, de ese que lleva años buscando sin encontrar nada y con la obligación de tener que enfrentarse a una serie de cargas económicas, más de uno estoy segura que me diría qué sería un irresponsable o un insensato si no se preocupara por algo tan importante como volver a generar ingresos ¿Cómo no voy a preocuparme por mi futuro profesional? ¿Cómo no voy a preocuparme por darle todo lo que necesitan a mis hijos? Es mi responsabilidad…

Y yo puedo llegar a entenderlo, porque además he pasado por ahí (no una, sino tres veces) pero cuando llegues a éste punto, sólo te voy a pedir que pares unos minutos y pienses si te trae más cuenta seguir preocupándote o ocuparte de tu parte de responsabilidad, te propongo:

  • Si te sientes sin fuerzas o piensas que no tienes herramientas, pide ayuda, hay profesionales de la orientación, del desarrollo profesional o del coaching que sabrán acompañarte en este camino.
  • Define tu plan de acción y optimiza tus recursos y energía.
  • Descubre qué sabes hacer y cómo puedes ponerlo al servicio de otros, es importante que te conozcas, pero es aún más importante, pensar cómo puedes resolver los problemas a otras personas, cómo puedes hacerles la vida más bonita o más fácil.
  • Define a tus potenciales clientes: a quién le interesa eso que hago y que está dispuesto a pagar por ello.
  • Muestra eso que sabes hacer para llegar a cuántas más personas interesadas mejor (elige muy bien tus canales: redes sociales, blog, vídeo, eventos profesionales…)
  • Si necesitas formarte en alguna área, hazlo, ahora es el momento, internet es gratis y dentro del mundo 2.0 encontraras cientos de herramientas gratuitas para hacerlo.
  • Ayuda a otros de forma desinteresada, seguro que hay algo que sabes hacer que otros necesitan.
  • Mide tus resultados, ¿estás llegando a tus objetivos o necesitas recalcular la ruta? Tranquilo, no conozco a muchas personas que lo hayan conseguido a la primera, yo tampoco.
  • Deja los miedos a un lado, escúchalos y dales la importancia que tienen, pero no dejes que te paralicen   
  • Y recuerda, sigue haciendo, haciendo y haciendo porque recuerda que la acción más pequeña vale más que la intención más grande.

 

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